Mi experiencia con mi nuevo bebé es diferente a la de los gemelos, desde el momento en que nació me lo puse al pecho y se enganchó como por arte de magia, parecía mentira que una cosita tan pequeña y que acababa de nacer supiera perfectamente qué hacer.
Yo encantada de que fuera así ya que solo pensar en el sacaleches se me ponía los pelos de punta.
Al día siguiente ya no era tan bonito, me empezaron a doler los pezones, cosa que creía que era normal, me salieron grietas y cada vez que se acercaba mi bebé para mamar sentía como si viniera el lobo feroz a comerme.
Estuve unos días ingresada por fiebre, pues bien, nadie se dio cuenta de que mi bebé me hacía daño en los pezones porque tenía frenillo, solo una pediatra cuando ya le insistí mucho en mi dolor y le enseñe los pezones vio que tenía un frenillo tipo 3.
Llamaron al cirujano pediátrico de inmediato el cual le cortó un poco el frenillo para aliviarme un poco, decidió esperar unos meses a ver que tal iba para operarle bien más adelante o no.
Desde el momento 0 dejó de dolerme y comenzamos una lactancia materna feliz, el problema vino después cuando mi bebé no cogía suficiente peso, estuvo con bronquiolitis al mes de nacer, con lo cual era difícil evaluar la falta de cogida de peso ya que estuvo ingresado y varios días solo a suero, dejamos pasar el tiempo y a los 3 meses tuvo una crisis de crecimiento, la cual me volvió a hacer daño en los pezones de tantos tirones, su pediatra decidió operar su frenillo para ver si mejoraba, ya empezó a rechazarme el pecho y le daba algo de mi leche en biberón, ese fue mi error número 1, escuchar consejos de «este niño tiene hambre tienes que darle un biberón» es muy triste pero cuando lo oyes mil veces al final te sientes una mala madre por matar de hambre a tu hijo que es lo que te hacen entender con esos consejos sin darme cuenta que una crisis de crecimiento es así, el bebé demanda más para que aumente la producción de leche, puede durar pocos días o incluso una semana, todo esto unido a su bajo peso, a sus mocos perennes y a que se bebía el biberón como si se le fuese la vida en ello me llevó a mi segunda lactancia materna diferida obligada, y en este punto me encuentro actualmente, mi bebé tiene 4 meses y en cada toma intento que se agarre al pecho pero cada vez lo hace menos, ya no llega ni al minuto, se pone a llorar y ya no hay vuelta atrás, le tengo que dar biberón y cuando lo acaba si sigue con gusa se coge un poco al pecho como para hacerme un favor.
Mi conclusión de todo esto es, el frenillo se tenía que haber quitado del momento 0 en que se dieron cuenta y así hubiera cogido bien peso y todo sería diferente, se lo quitaron hace casi 1 mes y la cosa ha ido a peor porque tiene mucha hambre y no obtiene del pecho la leche que quiere a la rapidez que quiere y si el bebé no está dispuesto a mamar por mucho que hagas no hay nada que hacer, he hecho de todo, y después de meses luchando he sacado esa conclusión, el bebé es el que manda y el mío ha decidido que prefiere el biberón y por más que sigo intentando (e intentaré) que se agarre en cada toma es él quien decide, ojalá pronto os escriba contando que mi bebé ha vuelto a tomar solo pecho, sería un sueño hecho realidad ya que el sentimiento y la complicidad que teníamos cuando solo tomaba pecho ya no la hay, ahora el momento de comer es una tortura porque le intento obligar a hacer algo que no quiere, algo que antes era todo amor y ahora es todo sacaleches, en fin, el sacaleches y yo, mi viejo amigo, otra vez juntos.